Las
esculturas de Norma Ramírez se presentan como la necesidad corporal
y espiritual de producirlas, nombrarlas y llevarlas hacia un espacio
en donde su corporeidad sea capaz de reactivar los sentidos. Transfigurando
y singularizando un lugar determinado del espacio profano. Transformándolo
en una fuente de fuerza y de "sacralidad" en la que, con la única condición
de penetrar allí, permita al hombre tomar parte de ella. ¿Cuáles son
los requisitos para conseguir que la divinidad sea tocada con este espacio?
Primeramente tenemos la idea del centro emanante, el de la energía latente
o potencial; esa energía asechante y cautiva de la que emana y se advierte
un pronóstico. Después tenemos la circunstancia natural que evoca formas
germinatorias, embrionarias y natalicias. Poderes de la naturaleza dotados
del "don", o mejor, del "secreto" con el que dios se promueve. Por último,
con la idea simplificada de centro y embrión aparece de mano profana
un simulacro de formas de la Creación, y la creación misma, en este
caso, se pretende emular como un don divino, recibida de dios y devuelta
en respetuosa ofrenda.
Luis
Gastelum
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